http://www.evangeliodeldia.org Laicos-por-el-Bautismo: January 2007

Laicos-por-el-Bautismo

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Location: Barcelona, Cataluña, Spain

Thursday, January 25, 2007


Domingo de la Semana 4ª del Tiempo Común. Ciclo C
«Pero él, abriéndose paso entre ellos, se marchó»

Lectura del libro del profeta Jeremías 1, 4-5.17-19

«4El Señor me habló así: 5Antes de formarte en el vientre te conocí; antes que salieras del seno te consagré, te constituí profeta de las naciones.17Pero tú, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos. 18Yo te constituyo hoy en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y sus príncipes, frente a los sacerdotes y los terratenientes. 19Ellos lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte. Oráculo del Señor».

Lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios 12, 31-13,13

«31En todo caso, aspirad a los carismas más valiosos. Pero aún, os voy a mostrar un camino que los supera a todos.1Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana que suena o címbalo que retiñe. 2Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque mi fe fuese tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. 3Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve. 4El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo, ni jactancia. 5No es grosero, ni egoísta; no se irrita ni lleva cuentas del mal; 6no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. 7 Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. 8El amor no pasa jamás. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de expresarse en un lenguaje misterioso, y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. 9Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; 10pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. 11Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. 12Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce. 13Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor».

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 4, 21-30

«21Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar. 22Todos asentían y se admiraban de las palabras que acababa de pronunciar. Comentaban: ¿No es éste el hijo de José? 23Él les dijo: Seguramente me recordaréis el proverbio: «Médico, cúrate a ti mismo. Lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu pueblo». 24Y añadió: La verdad es que ningún profeta es bien acogido en su tierra. 25Os aseguro que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; 26 sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel cuando el profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino únicamente Naamán el sirio. 28Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de indignación; 29 se levantaron, lo echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que se asentaba su ciudad, con ánimo de despeñarlo. 30Pero él, abriéndose paso entre ellos, se marchó».

& Pautas para la reflexión personal

z El nexo entre las lecturas

Este domingo, «Dies Domini», las lecturas nos van a ayudar a meditar en algo que es fundamental para todo ser humano: ¿qué es lo que Dios quiere de mí? ¿Para qué he sido creado? ¿Cuál es mi misión en este pasajero mundo? Jeremías, Pablo y el Señor Jesús nos van a mostrar, cada uno, la misión a la cual Dios nos ha convocado. Tres hombres con una única misión. El centro es sin duda Jesucristo, plenitud de la revelación. Nuestro Señor Jesús es el enviado del Padre para traernos la reconciliación a todos los hombres, sin distinción alguna entre judíos y gentiles (Evangelio). La misión profética de Jesús está prefigurada en Jeremías, el gran profeta de Anatot durante el primer cuarto del siglo VI a.C., de cuya vocación y misión, en tiempos de la reforma religiosa del rey Josías y luego durante el asedio y la caída de Jerusalén, trata la Primera Lectura. Pablo, antes Saulo de Tarso, lleva adelante la enorme misión evangelizadora dada a los apóstoles directamente por Jesús, compartiéndonos en esta bella lectura, lo único que debe de alimentar el corazón del hombre: el amor.

J «Antes de formarte…antes que salieras del seno…te consagré»

La vocación de Jeremías nos ayuda a entender el maravilloso designio de Dios para cada uno de nosotros. Como la mayoría de las narraciones vocacionales, subraya la irrupción de Dios en la vida del hombre como algo inesperado y diferente. La palabra indica el carácter personal de esa comunicación divina; el imperativo expresa la experiencia del impulso irresistible; la objeción no es mero desahogo, sino que recoge las dificultades reales de la llamada y supone su libertad de aceptación; el signo externo, finalmente, equivale a las credenciales del enviado. Saber qué es lo que Dios quiere de mí debe ser una constante experiencia vital, pero aquí vemos ese primer momento crucial donde la persona toma conciencia de su propia dignidad y por lo tanto, de su llamado personal. La misión de arrancar y arrasar, edificar y plantar (ver Jr 18,7; 31,28; 24,6; 31,40; 42,10 y 45,4), resume admirablemente las dos dimensiones fundamentales de la misión profética de Jeremías y, porque no decirlo, de todo cristiano: denuncia del pecado y el error; anuncio de la salvación y la reconciliación de Dios. La misión recibida obliga al profeta a estar preparado interna y externamente. Deberá hacer acopio de fortaleza para soportar los obstáculos y enemigos; comenzando por su propia fragilidad personal. Dios sale al encuentro y le dice que no tema porque «yo estoy contigo para salvarte».

J «La mayor de todas es la caridad»

La Segunda Lectura es sin duda, una de las páginas más bellas de toda la Sagrada Escritura. Alguien ha llamado a esta singular página paulina el Cantar de los Cantares de la Nueva Alianza. También se la conoce habitualmente con el título de «himno al amor» o «himno a la caridad»; no tanto por el ritmo poético, que no es evidente, cuanto por el bello contenido. Este himno no está desvinculado del contexto inmediato, pues aunque su mensaje es eterno, cada línea, cada afirmación está orientada a iluminar a los corintios sobre el tema de los carismas.

Todo el mensaje se despliega en tres magníficas estrofas. Ante todo sin amor hasta las mejores cosas se reducen a la nada (1 Cor 13,1-3). Ni los carismas más apreciados, ni el conocimiento más sublime, ni la fe más acendrada, ni la limosna más generosa, valen algo desconectados del amor. Sólo el amor, el verdadero amor cristiano hace que tengan valor todas las realidades y comportamientos del creyente. En un segundo párrafo nos dice que el amor es el manantial de todos los bienes (1 Cor 13,4-7). En esta estrofa enumera san Pablo quince características o cualidades del verdadero amor al que presenta literariamente personificado de manera semejante a como se personifica a la sabiduría en los pasajes del Antiguo Testamento citados más arriba. Siete de estas cualidades se formulan positivamente y otras ocho de forma negativa. Y se trata de cosas sencillas y cotidianas para que nadie piense que el amor es cosa de «sabios y entendidos». Pero al mismo tiempo se insinúa que ser fieles a este amor supone un comportamiento heroico, porque el común de los hombres, los corintios en concreto, actúan justamente al revés.

Finalmente el amor es ya aquí y ahora lo que será eternamente ya que por él participamos de la misma vida divina (1 Cor 13,8-13). El amor del que aquí habla San Pablo no es el amor egoísta y autosuficiente. Es el amor cristiano (ágape) que se dirige conjuntamente a Dios y a nuestros hermanos, y que ha sido derramado por el Espíritu Santo en nuestros corazones (ver Rom 5,5); es, en fin, un amor sin límites como el que nos ha mostrado Jesús al entregarse por cada uno de nosotros. Nos ha dicho Benedicto XVI en Deus Caritas est: «Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un “mandamiento” externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es “divino” porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “ todo para todos” (cf. 1 Co 15, 28)»[1].

L «¿No es éste el hijo de José?»

Cualquier persona que lea con atención el Evangelio de hoy puede percibir que se produce un cambio brusco en la multitud que escuchaba a Jesús. Después del discurso inaugural en que Jesús, explicando la profecía mesiánica de Isaías, la apropia a su persona (como se comentaba el domingo pasado), el Evangelio observa: «Todos en la sinagoga daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca». En términos modernos se podría decir que Jesús gozaba de gran populari­dad. Pero al final de la lectura la situación es exactamente la contraria ya que querían arrojarlo por despeñadero. ¿Qué pasó? ¿Por qué se produjo este cambio en el público? Lo que media entre ambas reacciones no es suficiente para explicar un cambio tan radical.

Cuando Jesús concluyó sus palabras, ganándose la admira­ción y el entusiasmo de todos, a alguien se le ocurrió poner en duda su credibilidad recordando la humildad de su origen. Recordemos que esto ocurría en Nazaret donde Jesús se había criado. No pueden creer que alguien a quien conocen desde pequeño pueda haberse destacado así, y se preguntan: «¿De dónde le viene esto? ¿Qué sabiduría es esta que le ha sido dada?... ¿No es éste el carpintero, el hijo de Ma­ría...?» (Mc 6,2-3). La envidia, esta pasión humana tan antigua, entra en juego y los ciega, impidiéndoles admitir la realidad de Jesús. Esto da pie para que Jesús diga la famosa sentencia: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria». Y les cita dos episodios de la historia sagrada en que Dios despliega su poder salvador sobre dos extranjeros. Cuando un predicador goza de prestigio y aceptación puede decir a sus oyentes esto y mucho más sin provocar por eso su ira. Es que aquí hay algo más profundo; aquí está teniendo cumplimiento lo que todos los evangelistas regis­tran perple­jos: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibie­ron» (Jn 1,11). Estamos ante el misterio de la iniquidad humana: aquél que era «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14) iba a ser rechazado por los hombres hasta el punto de someterlo a la muerte más ignominiosa. Pero, aunque «nadie es profeta en su tierra» y la autoridad de Jesús era contesta­da, aunque fue sacado de la sinagoga y de la ciudad a empujones con intención de despeñarlo, sin embargo, Jesús mantiene su majestad, y queda dueño de la situación.

El pueblo de Israel, que había esperado y anhelado la venida del Mesías durante siglos y generaciones, cuando el Mesías vino, no lo reconocieron. Es que tenían otra idea de lo que debía ser el Mesías y no fueron capaces de convertir­se a la idea del Mesías que tenía Dios. Un Mesías pobre que no tiene dónde reclinar su cabeza, que anuncia la Buena Noticia a los pobres y los declara «bienaventurados», que come con los publicanos y pecadores y los llama a conver­sión, esto no cuadraba con la idea del Mesías que se había formado Israel. La aceptación de Jesús como el Salvador, exigía un cambio radical de mentalidad; para decirlo breve, exigía un acto de profunda fe. Y este Evangelio se sigue repitiendo hoy, porque también hoy Jesús, por medio de su Iglesia, sigue diciendo las mismas cosas que provocaron el rechazo de sus contempo­ráneos. Y esas cosas provocan el rechazo también de muchos hombres y mujeres de hoy. También hoy es necesario un acto de confianza para aceptar a Jesús; estamos hablando del verdadero Jesús, es decir, del Jesús que no se encuentra sino en su Iglesia. Porque también hoy hay muchos que se han hecho una idea propia de Jesús, una idea de Jesús que les es simpática y que no los incomoda de ninguna manera, porque no les exige nada.

+ Una palabra del Santo Padre:

«Muchas personas, reflexionando sobre la situa­ción de nuestro mundo, se sienten consternadas y, a veces, incluso angustiadas. Las perturba constatar con­ductas individuales o de grupo que muestran una des­concertante ausencia de valores. Nuestro pensamiento va, naturalmente, a ciertos sucesos, algunos recientes, que, a quien los observe con atención, le producen un escalofriante sentido de vacío. ¿Cómo no interrogarse sobre las causas, y cómo no sentir la necesidad de alguien que nos ayude a desci­frar el misterio de la vida, permitiéndonos mirar con esperanza al futuro? En la Biblia, los hombres que tienen esta misión se llaman profetas. Son hombres que no hablan en nom­bre propio, sino en nombre de Dios, movidos por su Espíritu.

También Jesús fue un profeta ante los ojos de sus contemporáneos que, impresionados, reconocieron en él «un profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24, 19). Con su vida, y sobre todo con su muerte y resu­rrección, se acreditó como el profeta por excelencia, pues es el Hijo mismo de Dios. Es lo que afirma la carta a los Hebreos: «Muchas veces y de muchos mo­dos habló Dios en el pasado a nuestros padres por me­dio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1, 1‑2). El misterio del profeta de Nazaret no deja de interpelarnos. Su mensaje, recogido en los evangelios, permanece siempre actual a lo largo de los siglos y los milenios. El mismo dijo: «El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán» (Mc 13, 31). En Jesús su Hijo encarnado. Dios ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y sobre la historia, y la Iglesia vuelve a proponerla siem­pre con nueva confianza, sabiendo que es la única palabra capaz de dar sentido pleno a la vida del hombre. Muchas veces la profe­cía de Jesús puede resul­tar molesta, pero es siem­pre saludable. Cristo es signo de contradicción (cf. Lc 2, 34), precisa­mente porque llega al fondo del alma, obliga a quien lo escucha a re­plantearse su vida y le pide la conversión del co­razón».

Juan Pablo II. Ángelus, 26 de enero de 1997
' Vivamos nuestro domingo a lo largo de la semana.

1. ¿Nos asusta el predicar la Palabra? ¿Nos asusta denunciar el error y callarnos ante situaciones que sabemos no son correctas? Pidamos a Dios el don del coraje y seamos fieles a la verdad. Solamente la verdad nos hará libres.

2. Todos estamos llamados a conocer lo que Dios quiere de nosotros de manera particular. Veamos a María y recemos para que ella nos ayude a estar abiertos al amoroso Plan de Dios en nuestras vidas.

3. Leamos en el Catecismo de la Iglesia Católica los numerales: 494. 781. 897-913.


Fuente: Meditación Dominical Jesús María

[1] Benedicto XVI. Deus caritas est, 18.

Tuesday, January 23, 2007


Sunday, January 21, 2007


Monday, January 15, 2007



Jesús conoce el corazón humano
23 Mientras Jesús estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales milagrosas que hacía. 24 Pero Jesús no confiaba en ellos, porque los conocía a todos. 25 No necesitaba ser informado acerca de nadie, pues él mismo conocía el corazón de cada uno.q

Jesús y Nicodemo
3
1 Un fariseo llamado Nicodemo, hombre importante entre los judíos, 2 fue de noche a visitar a Jesús. Le dijo:
–Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios a enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él.
3 Jesús le dijo:
–Te aseguro que el que no nace de nuevoa no puede ver el reino de Dios.b
4 Nicodemo le preguntó:
–Pero ¿cómo puede nacer un hombre que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez dentro de su madre para volver a nacer?c
5 Jesús le contestó:
–Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.d 6 Lo que nace de padres humanos es humano; lo que nace del Espíritu es espíritu. 7 No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’ 8 El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va.e Así son todos los que nacen del Espíritu.f
9 Nicodemo volvió a preguntarle:
–¿Cómo puede ser eso?
10 Jesús le contestó:
–¿Tú, que eres el maestro de Israel, no sabes estas cosas? 11 Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y somos testigos de lo que hemos visto; pero no creéis lo que os decimos. 12 Si no me creéis cuando os hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo vais a creerme si os hablo de las cosas del cielo?g
13 “Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.h 14 Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado,i 15 para que todo el que cree en él tenga vida eterna.j

Thursday, January 11, 2007


La caridad social no puede separarse del anuncio del Evangelio, dice el Papa


VATICANO, 10 Ene. 07 (ACI).-El Papa Benedicto XVI dedicó la Audiencia General de este miércoles a San Esteban, el primer mártir cristiano, y recordó que la caridad social no puede estar separada del anuncio del Evangelio.
Ante siete mil personas reunidas en el Aula Pablo VI, el Pontífice recordó que "San Esteban es el más representativo de un grupo de siete compañeros que se ocupaban del servicio caritativo" de los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen griego o judío.
"La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los diáconos, a los cuales impusieron las manos los apóstoles", agregó.
Además del servicio caritativo, señaló el Santo Padre, Esteban desarrollaba "una tarea evangelizadora con sus compatriotas, los denominados 'helenistas' y presentaba el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la muerte y resurrección de Cristo. Esta relectura provocó la reacción de los judíos que la percibieron como blasfema".
Esteban, destacó el Papa, demuestra que "el misterio de la Cruz es el punto central de la historia de la salvación" y que "el culto del templo ha acabado" porque "el Resucitado es el nuevo templo".
Tras su lapidación, el grupo de cristianos judíos y helenistas huyen de Jerusalén y "se transforma en misioneros itinerantes"; así, agregó el Pontífice, "la persecución y la dispersión se convierten en misión".
Benedicto XVI explicó que la historia de San Esteban nos recuerda que "nunca se pueden disociar el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe".
El primer mártir, "cumpliendo con la caridad anuncia también a Cristo crucificado hasta aceptar el martirio", agregó.
"La cruz es central en la vida de la Iglesia y en nuestra vida personal –dijo Benedicto XVI– En la Iglesia nunca faltarán ni la pasión ni las persecuciones, pero la sangre de los cristianos se convierte siempre en semilla" y citó las palabras de Tertuliano: "Nos multiplicamos cada vez que nos siegan".
"También en nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en una bendición y aceptándola aprendemos a confiar en el Evangelio, aprendemos la alegría del cristianismo, incluso en los momentos más difíciles".

Wednesday, January 10, 2007




Tuesday, January 09, 2007


No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.


No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Monday, January 08, 2007


Carta a los Hebreos 1,1-6.

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo? Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren.

Evangelio según San Marcos 1,14-20.

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por : Bienaventurada Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad

Testamento espiritual Escuchadle pronunciar vuestro propio nombre.
La llamada de Jesús

Nuestra Señora ha sido, yo estoy segura de ello, con San Juan y con María Magdalena, la primera persona que ha escuchado el grito de Jesús “¡Tengo sed!” (Jn 19,28). Ella ha conocido la intensidad y profundidad de este deseo ardiente de Jesús por vosotras y por los pobres. Pero, nosotros, los demás, ¿lo conocemos? ¿Lo sentimos como lo sintió ella?... Hace tiempo Nuestra Señora me lo pedía, pero ahora soy yo quien en su nombre os lo pido, os lo suplico: “Escuchad la sed de Jesús”. Que sea para cada uno una palabra de vida. ¿Cómo acercaros a la sed de Jesús? No hay más que un secreto: cuanto más os acerquéis a Jesús, tanto más conoceréis su sed.

“Convertíos y creed la Buena Noticia” nos dice Jesús (Mc 1,15). ¿De qué nos hemos de convertir? De nuestra indiferencia, de nuestra dureza de corazón. Y ¿qué es lo que hemos de creer? Que desde ahora Jesús tiene sed de vuestro corazón y de los pobres. Él, que no obstante, conoce vuestra flaqueza, desea sólo vuestro amor; quiere, simplemente, que le dejéis una posibilidad para amaros... Escuchadle. Escuchadle pronunciar vuestro nombre propio. Y así haréis que mi gozo y el vuestro, sean completos (1Jn 1,4).

Friday, January 05, 2007


Epístola I de San Juan 3,11-21.

La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros. No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas. No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?

Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza,


Evangelio según San Juan 1,43-51.

Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Leer el comentario del Evangelio por : Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI)

El Dios de Jesucristo "Es que de Nazaret puede salir algo bueno” Nazaret no ha interesado a los pintores...Ese nombre evoca la manera demasiado sentimental con la cual se ha transformado la vida de Jesús transcurrida en una idílica pequeña burguesía, engañosa porque atenúa el misterio. Es preciso buscar en otra parte el origen de la veneración hacia la Sagrada Familia. ... Es a partir de Nazaret que se descubre que la casa y la familia son una iglesia y que se tiene en cuenta la responsabilidad sacerdotal del cabeza de familia. En la “Galilea de los paganos” (Mt 4,15) Jesús recibe una educación judía; sin ir a la escuela, aprende en casa a conocer la Escritura... Las breves y escasas alusiones de Lucas son suficientes para darnos una idea del espíritu de responsabilidad y de apertura, de fervor y rectitud, que caracterizaba a esta comunidad y que hicieron de ella una realización del verdadero Israel. Pero es, sobretodo, en el actuar de Jesús, que conoce las Escrituras y las tradiciones rabínicas con la misma seguridad que un maestro, donde reconocemos en que manera la vida común que se llevó en Nazaret ha sido fructífera para aprender todo ello. Y todo esto ¿no nos concierne en absoluto, a nosotros que vivimos en una época en la que la mayor parte de cristianos se ven forzados a vivir en una “Galilea de paganos”?

La Grande Iglesia no puede ni crecer ni prosperar si se la deja ignorar que sus raíces están escondidas en la atmósfera de Nazaret... Nazaret tiene un mensaje permanente para la Iglesia. La Nueva Alianza no tiene su comienzo en el Templo, ni sobre el Monte Santo sino en la pequeña habitación de la Virgen, en la casa del trabajador, en uno de los lugares olvidados de la “Galilea de los paganos” de la que nadie esperaba nada bueno.

No es sino a partir de ahí que la Iglesia podrá comenzar de nuevo y sanar. Jamás podrá dar una respuesta satisfactoria a la revuelta de nuestro siglo contra el poder de la riqueza, si en su mismo seno Nazaret no es una realidad vivida.

Monday, January 01, 2007

Día litúrgico: 1 de Enero: Santa María, Madre de Dios (Día octavo de la octava de Navidad)

Texto del Evangelio (Lc 2,16-21): En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.


Comentario: Rev. D. Manuel Valls i Serra (Barcelona, España)

«Los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre»

Hoy, la Iglesia contempla agradecida la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad para con todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con el Niño”, el cual está acompañado de María, su Madre, y de José. La discreta presencia de José sugiere la importante misión de ser custodio del gran misterio del Hijo de Dios. Todos juntos, pastores, María y José, «con el Niño acostado en el pesebre» (Lc 2,16) son como una imagen preciosa de la Iglesia en adoración.

“El pesebre”: Jesús ya está ahí puesto, en una velada alusión a la Eucaristía. ¡Es María quien lo ha puesto! Lucas habla de un “encuentro”, de un encuentro de los pastores con Jesús. En efecto, sin la experiencia de un “encuentro” personal con el Señor no se da la fe. Sólo este “encuentro”, el cual ha comportado un “ver con los propios ojos”, y en cierta manera un “tocar”, hace capaces a los pastores de llegar a ser testigos de la Buena Nueva, verdaderos evangelizadores que pueden dar «a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel Niño» (Lc 2,17).

Se nos señala aquí un primer fruto del “encuentro” con Cristo: «Todos los que lo oyeron se maravillaban» (Lc 2,18). Hemos de pedir la gracia de saber suscitar este “maravillamiento”, esta admiración en aquellos a quienes anunciamos el Evangelio.

Hay todavía un segundo fruto de este encuentro: «Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). La adoración del Niño les llena el corazón de entusiasmo por comunicar lo que han visto y oído, y la comunicación de lo que han visto y oído los conduce hasta la plegaria de alabanza y de acción de gracias, a la glorificación del Señor.

María, maestra de contemplación —«guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lc 2,19)— nos da Jesús, cuyo nombre significa “Dios salva”. Su nombre es también nuestra Paz. ¡Acojamos en el corazón este sagrado y dulcísimo Nombre y tengámoslo frecuentemente en nuestros labios!