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Monday, January 08, 2007

Carta a los Hebreos 1,1-6.

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo? Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren.

Evangelio según San Marcos 1,14-20.

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por : Bienaventurada Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad

Testamento espiritual Escuchadle pronunciar vuestro propio nombre.
La llamada de Jesús

Nuestra Señora ha sido, yo estoy segura de ello, con San Juan y con María Magdalena, la primera persona que ha escuchado el grito de Jesús “¡Tengo sed!” (Jn 19,28). Ella ha conocido la intensidad y profundidad de este deseo ardiente de Jesús por vosotras y por los pobres. Pero, nosotros, los demás, ¿lo conocemos? ¿Lo sentimos como lo sintió ella?... Hace tiempo Nuestra Señora me lo pedía, pero ahora soy yo quien en su nombre os lo pido, os lo suplico: “Escuchad la sed de Jesús”. Que sea para cada uno una palabra de vida. ¿Cómo acercaros a la sed de Jesús? No hay más que un secreto: cuanto más os acerquéis a Jesús, tanto más conoceréis su sed.

“Convertíos y creed la Buena Noticia” nos dice Jesús (Mc 1,15). ¿De qué nos hemos de convertir? De nuestra indiferencia, de nuestra dureza de corazón. Y ¿qué es lo que hemos de creer? Que desde ahora Jesús tiene sed de vuestro corazón y de los pobres. Él, que no obstante, conoce vuestra flaqueza, desea sólo vuestro amor; quiere, simplemente, que le dejéis una posibilidad para amaros... Escuchadle. Escuchadle pronunciar vuestro nombre propio. Y así haréis que mi gozo y el vuestro, sean completos (1Jn 1,4).

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