http://www.evangeliodeldia.org Laicos-por-el-Bautismo: December 2006

Laicos-por-el-Bautismo

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Location: Barcelona, Cataluña, Spain

Saturday, December 30, 2006




Friday, December 29, 2006

Thursday, December 28, 2006


Mensaje Urbi et Orbi de S.S. Benedicto XVI por la Navidad 2006

Lunes 25 de diciembre de 2006

"Salvator noster natus est in mundo" (Misal Romano).
¡"Nuestro Salvador ha nacido en el mundo"! Esta noche, una vez más, hemos escuchado en nuestras Iglesias este anuncio que, a través de los siglos, conserva inalterado su frescor. Es un anuncio celestial que invita a no tener miedo porque ha brotado una "gran alegría para todo el pueblo" (Lc 2,10). Es un anuncio de esperanza porque da a conocer que, en aquella noche de hace más de dos mil años, "en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). Entonces, a los pastores acampados en la colina de Belén; hoy, a nosotros, habitantes de este mundo nuestro, el Ángel de la Navidad repite: "Ha nacido el Salvador; ha nacido para vosotros. ¡Venid, venid a adorarlo!".

Pero, ¿tiene todavía valor y sentido un "Salvador" para el hombre del tercer milenio? ¿Es aún necesario un "Salvador" para el hombre que ha alcanzado la Luna y Marte, y se dispone a conquistar el universo; para el hombre que investiga sin límites los secretos de la naturaleza y logra descifrar hasta los fascinantes códigos del genoma humano? ¿Necesita un Salvador el hombre que ha inventado la comunicación interactiva, que navega en el océano virtual de internet y que, gracias a las más modernas y avanzadas tecnologías mediáticas, ha convertido la Tierra, esta gran casa común, en una pequeña aldea global? Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presenta como productor entusiasta de éxitos indiscutibles.

Lo parece, pero no es así. Se muere todavía de hambre y de sed, de enfermedad y de pobreza en este tiempo de abundancia y de consumismo desenfrenado. Todavía hay quienes están esclavizados, explotados y ofendidos en su dignidad, quienes son víctimas del odio racial y religioso, y se ven impedidos de profesar libremente su fe por intolerancias y discriminaciones, por ingerencias políticas y coacciones físicas o morales. Hay quienes ven su cuerpo y el de los propios seres queridos, especialmente niños, destrozado por el uso de las armas, por el terrorismo y por cualquier tipo de violencia en una época en que se invoca y proclama por doquier el progreso, la solidaridad y la paz para todos. ¿Qué se puede decir de quienes, sin esperanza, se ven obligados a dejar su casa y su patria para buscar en otros lugares condiciones de vida dignas del hombre? ¿Qué se puede hacer para ayudar a los que, engañados por fáciles profetas de felicidad, a los que son frágiles en sus relaciones e incapaces de asumir responsabilidades estables ante su presente y ante su futuro, se encaminan por el túnel de la soledad y acaban frecuentemente esclavizados por el alcohol o la droga? ¿Qué se puede pensar de quien elige la muerte creyendo que ensalza la vida?

¿Cómo no darse cuenta de que, precisamente desde el fondo de esta humanidad placentera y desesperada, surge una desgarradora petición de ayuda? Es Navidad: hoy entra en el mundo "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Jn 1, 9). "La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros" (ibíd. 1,14), proclama el evangelista Juan. Hoy, justo hoy, Cristo viene de nuevo "entre los suyos" y a quienes lo acogen les da "poder para ser hijos de Dios"; es decir, les ofrece la oportunidad de ver la gloria divina y de compartir la alegría del Amor, que en Belén se ha hecho carne por nosotros. Hoy, también hoy, "nuestro Salvador ha nacido en el mundo", porque sabe que lo necesitamos. A pesar de tantas formas de progreso, el ser humano es el mismo de siempre: una libertad tensa entre bien y mal, entre vida y muerte. Es precisamente en su intimidad, en lo que la Biblia llama el "corazón", donde siempre necesita ser salvado. Y en la época actual postmoderna necesita quizás aún más un Salvador, porque la sociedad en la que vive se ha vuelto más compleja y se han hecho más insidiosas las amenazas para su integridad personal y moral. ¿Quién puede defenderlo sino Aquél que lo ama hasta sacrificar en la cruz a su Hijo unigénito como Salvador del mundo?

"Salvator noster", Cristo es también el Salvador del hombre de hoy. ¿Quién hará resonar en cada rincón de la Tierra de manera creíble este mensaje de esperanza? ¿Quién se ocupará de que, como condición para la paz, se reconozca, tutele y promueva el bien integral de la persona humana, respetando a todo hombre y toda mujer en su dignidad? ¿Quién ayudará a comprender que con buena voluntad, racionabilidad y moderación, no sólo se puede evitar que los conflictos se agraven, sino llevarlos también hacia soluciones equitativas? En este día de fiesta, pienso con gran preocupación en la región del Oriente Medio, probada por numerosos y graves conflictos, y espero que se abra a una perspectiva de paz justa y duradera, respetando los derechos inalienables de los pueblos que la habitan. Confío al divino Niño de Belén los indicios de una reanudación del diálogo entre israelitas y palestinos que hemos observado estos días, así como la esperanza de ulteriores desarrollos reconfortantes. Confío en que, después de tantas víctimas, destrucciones e incertidumbres, reviva y progrese un Líbano democrático, abierto a los demás, en diálogo con las culturas y las religiones. Hago un llamamiento a los que tienen en sus manos el destino de Irak, para que cese la feroz violencia que ensangrienta el País y se asegure una existencia normal a todos sus habitantes. Invoco a Dios para que en Sri Lanka, en las partes en lucha, se escuche el anhelo de las poblaciones de un porvenir de fraternidad y solidaridad; para que en Dafur y en toda África se ponga término a los conflictos fraticidas, cicatricen pronto las heridas abiertas en la carne de ese Continente y se consoliden los procesos de reconciliación, democracia y desarrollo. Que el Niño Dios, Príncipe de la paz, haga que se extingan los focos de tensión que hacen incierto el futuro de otras partes del mundo, tanto en Europa como en Latinoamérica.

"Salvator noster": Ésta es nuestra esperanza; este es el anuncio que la Iglesia hace resonar también en esta Navidad. Con la encarnación, recuerda el Concilio Vaticano II, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre (cf. Gaudium et spes, 22). Por eso, puesto que la Navidad de la Cabeza es también el nacimiento del cuerpo, como enseñaba el Pontífice san León Magno, podemos decir que en Belén ha nacido el pueblo cristiano, cuerpo místico de Cristo en el que cada miembro está unido íntimamente al otro en una total solidaridad. Nuestro Salvador ha nacido para todos. Tenemos que proclamarlo no sólo con las palabras, sino también con toda nuestra vida, dando al mundo el testimonio de comunidades unidas y abiertas, en las que reina la hermandad y el perdón, la acogida y el servicio recíproco, la verdad, la justicia y el amor.

Comunidad salvada por Cristo. Ésta es la verdadera naturaleza de la Iglesia, que se alimenta de su Palabra y de su Cuerpo eucarístico. Sólo redescubriendo el don recibido, la Iglesia puede testimoniar a todos a Cristo Salvador; hay que hacerlo con entusiasmo y pasión, en el pleno respeto de cada tradición cultural y religiosa; y hacerlo con alegría, sabiendo que Aquél a quien anuncia nada quita de lo que es auténticamente humano, sino que lo lleva a su cumplimiento. En verdad, Cristo viene a destruir solamente el mal, sólo el pecado; lo demás, todo lo demás, lo eleva y perfecciona. Cristo no nos pone a salvo de nuestra humanidad, sino a través de ella; no nos salva del mundo, sino que ha venido al mundo para que el mundo se salve por medio de Él (cf. Jn 3,17).

Queridos hermanos y hermanas, dondequiera que os encontréis, que llegue hasta vosotros este mensaje de alegría y de esperanza: Dios se ha hecho hombre en Jesucristo; ha nacido de la Virgen María y renace hoy en la Iglesia. Él es quien lleva a todos el amor del Padre celestial. ¡Él es el Salvador del mundo! No temáis, abridle el corazón, acogedlo, para que su Reino de amor y de paz se convierta en herencia común de todos. ¡Feliz Navidad!

Monday, December 25, 2006




Benedicto XVI: la Navidad nos mueve a buscar el verdadero alimento interior y los verdaderos regalos


VATICANO, 24 Dic. 06 (ACI).-Durante la solemne Misa de Noche Buena celebrada en la Basílica de San Pedro a media noche, el Papa Benedicto XVI invitó a los fieles del mundo a encontrar en la Navidad el sentido auténtico del banquete y los regalos, a la vez que lanzó un llamado para proteger a los niños que más sufren.

El Pontífice, que combatía un leve resfrío, destacó en su homilía que "la señal de Dios es la simplicidad. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar".

Dios, continuó el Papa, "no quiere abrumarnos con la fuerza. Nos quita el miedo a su grandeza. Él pide nuestro amor: por eso se ha hecho niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor"
Benedicto XVI explicó luego los dos sentidos que los Padres de la Iglesia le daban al pasaje de Romanos 9,28; según la cuál "la Palabra se ha hecho pequeña". "La Palabra se hace asible para nosotros. Así Dios nos enseña a amar a los pequeños. Nos enseña así a amar a los débiles. Nos enseña de esta manera el respeto ante los niños".

"El niño de Belén –siguió el Pontífice- dirige nuestra mirada hacia todos los niños sufrientes y abusados en el mundo, tanto los nacidos como los no nacidos. Hacia los niños que, como soldados, son introducidos en el mundo de la violencia; hacia los niños que deben mendigar; hacia los niños que sufren la miseria y el hambre; hacia los niños que no experimentan ningún amor".

El Papa pidió "orar en esta noche, para que el resplandor del amor de Dios acaricie a todos estos niños, y pidamos a Dios que nos ayude a poner de nuestra parte para que se respete la dignidad de los niños; que para todos surja la luz del amor de la cual el hombre tiene más necesidad que de las cosas materiales para vivir.

El segundo sentido de que la Palabra se haya hecho "pequeña", explicó luego Benedicto XVI en la homilía de Noche Buena, se expresa en que "toda la fe se resume en este único acto de amor que une a Dios y a los hombres".

De esta forma, Dios "ya no está más lejano. Ya no es un desconocido. Ya no es inaccesible para nuestro corazón".


El verdadero sentido de los regalos

"Dios, por nosotros, se ha hecho don. Se ha regalado a sí mismo. Se toma tiempo para nosotros"; explicó luego el Pontífice, al señalar que "¡Entre tantos regalos que compramos y recibimos no nos olvidemos del verdadero regalo: de entregarnos mutuamente algo de nosotros mismos! De donarnos mutuamente nuestro tiempo. De abrir nuestro tiempo para Dios. Así se disuelve la agitación. Así nace la alegría, Así surge la fiesta".

Más aún, el Santo Padre pidió que "cuando por Navidad hagas regalos, no regalos algo sólo a aquellos que, a su vez, te hacen regalos, sino que regala a aquellos que no reciben de nadie y que no pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo".

Benedicto XVI hizo luego una referencia eucarística al señalar que para los Padres de la Iglesia, el pesebre de los animales en Belén "se ha convertido en el símbolo del altar, en el cuál yace el Pan que es Cristo mismo: el verdadero alimento para nuestros corazones". "Y vemos una vez más, cómo Él se ha hecho pequeño: en la humilde apariencia de la hostia, de un pedacito de pan, Él se entrega a sí mismo".

"Oremos para que así, la luz que vieron los pastores también nos ilumine a nosotros y que se cumpla aquello que los ángeles cantaron aquella noche: 'Gloria a Dios en lo alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres que Él ama'", concluyó.

Libro de Isaías 52,7-10.

¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!". ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión, ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, verán la salvación de nuestro Dios.

Carta a los Hebreos 1,1-6.

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser.
El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo? Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren.

Evangelio según San Juan 1,1-18.

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por : San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo, doctor de la Iglesia Sermón nº 8, para la Natividad; PG 36, 311s

«A Ti, que de modo admirable has creado al hombre, y de modo más admirable todavía restableciste su dignidad»

¡Jesucristo ha nacido, démosle gloria! ¡Cristo ha bajado del cielo, corramos hacia él! ¡Cristo está sobre la tierra, exaltémosle! «¡Aclama al Señor, tierra entera. Gritad, vitoread, tocad! » (Sl 97) Viene desde el cielo para morar entre los hombres; alegraos de temor y de gozo. De temor a causa del pecado, de gozo a causa de nuestra esperanza. Hoy se disipan las sombras y la luz amanece para el mundo; igual como en otro tiempo Egipto fue castigado con las tinieblas, hoy una columna de fuego ilumina Israel. ¡Oh pueblo, sentado sobre las tinieblas de la ignorancia, contempla hoy esta inmensa luz del verdadero conocimiento porque «lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo» (2Co 5,17). La letra retrocede, el espíritu triunfa (Rm 7,6), la prefiguración deja paso a la verdad que aparece!(Col 2,17).

El que nos ha dado la existencia quiere también colmarnos de felicidad; esa felicidad que el pecado nos había arrebatado, la encarnación del Hijo nos la devuelve... Esta es la solemnidad: hoy saludamos la venida de Dios entre los hombres para que podamos, no llegar ya a Dios, sino volver a estar junto a Dios; para que nos despojemos del hombre viejo y nos revistamos del Hombre nuevo (Col 3,9); para que, muertos en Adán, vivamos en Cristo (1Co 15,22)... Celebremos, pues, este día, llenos de un gozo, no mundano, sino divino, llenos del verdadero gozo celestial. ¡Qué fiesta tan grande este misterio de Cristo! Ella es mi fin, mi nuevo nacimiento.

Thursday, December 21, 2006

Gloria a Dios

en el cielo,
y en la tierra paz
a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,te adoramos,
te glorificamos,te damos gracias,
Señor Dios, Rey Celestial,
Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios
Hijo del Padre;
tu que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estas sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
En la Gloria de Dios Padre.

Amén.

El Papa desafía las "alegrías del mundo" con el gozo cristiano

VATICANO, 17 Dic. 06 (ACI).-Miles de peregrinos se dieron cita en la Plaza de San Pedro a pesar del frío de invierno para rezar el Ángelus Dominical con el Papa Benedicto XVI, quien hizo una invitación a los presentes a anunciar el verdadero gozo de la Navidad frente a quienes son "pobres de gozo" porque buscan su alegría en las falsas promesas del mundo.

Antre los peregrinos, que incluía a miles de niños romanos que asistieron portando para su bendición las imágenes del Niño Jesús -los Bambinelli- que colocarán en los Nacimientos hogareños, el Pontífice señaló que "el gozo que la liturgia despierta en los corazones de los cristianos, no está reservada solo a ellos: es un anuncio profético destinado a la entera humanidad"

Haciendo referencia al Tercer Domingo de Adviento, o "Domingo del Gozo", el Santo Padre exhortó a pensar en todos aquellos "pobres de gozo" como aquellos que "viven el drama de la guerra", "tantos enfermos y personas solas que, además de ser puestas a prueba en lo físico, lo son también en el alma", y "pensemos especialmente en aquellos que han perdido el sentido de la verdadera alegría, y la buscan vanamente ahí donde es imposible encontrarla: en la exasperada carrera hacia la autoafirmación y el éxito, en las falsas diversiones, en el consumismo, en los momentos de ebriedad, en los paraísos artificiales de la droga y en toda forma de alienación".

Ante tales situaciones el Papa se preguntó y preguntó a los presentes: "¿Qué alegría pueden vivir? ¿Cómo será su Navidad?" Y respondiendo recordando que "la invitación a la alegría no es un mensaje alienante, ni un estéril paliativo, sino, profecía de salvación, llamado a un rescate que parte de la renovación interior".

"Para transformar el mundo –continuó- Dios ha escogido a una humilde muchacha y la ha llamado con este saludo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo'. En estas palabras se encuentra el secreto de la auténtica Navidad. Dios las repite a la Iglesia y a cada uno de nosotros: ¡Alegraos, el Señor está cerca!"

Monday, December 18, 2006

«Le pondrás por nombre Jesús»

Libro de Jeremías 23,5-8.

Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia". Por eso, llegarán los días -oráculo del Señor- en que ya no se dirá: "Por la vida del Señor que hizo subir a los israelitas del país de Egipto", sino más bien: "por la vida del Señor que hizo subir a los descendientes de la casa de Israel, y los hizo llegar del país del Norte y de todos los países adonde los había expulsado, para que habiten en su propio suelo".

Evangelio según San Mateo 1,18-24.

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros". Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa,

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :

San Veda el Venerable (hacia 673-735), monje, doctor de la Iglesia Homilía 5; CCL 122,36

«Le pondrás por nombre Jesús»

En hebreo «Jesús» quiere decir «salvación» o «Salvador», un nombre que, para los profetas, designaba una vocación muy determinada. De ahí provienen estas palabras cantadas con un gran deseo de verle: «Mi alma se alegra en el Señor y mi corazón con su auxilio, y me consumo ansiando su salvación» (Sl 12,6; 34,9; 118,81). «Yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi salvador»(Ha 3,18). Y sobre todo: «Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme» (Sl 54,3). Es como si dijera: «Tú, que te llamas Salvador, salvándome, manifiestas la gloria de tu nombre». Pues el nombre del hijo nacido de la Virgen María es Jesús, según le dijo el ángel: «Él salvará a su pueblo de sus pecados»...

La palabra «Cristo», él mismo, designa la dignidad real. En efecto, los sacerdotes y los reyes eran «crismados», es decir, ungidos con aceite santo; por ella eran signo de aquel que, apareciendo en el mundo como el verdadero rey y gran sacerdote, ha recibido la unción del «aceite de júbilo entre todos tus compañeros» (Sl 44,8). Es por esta unción que se llama Cristo, y los que participan de esta misma unción, la de la gracia espiritual, son llamados cristianos. ¡Que por su nombre de Salvador, se digne salvarnos de nuestros pecados. Que por su unción de gran sacerdote, se digne reconciliarnos con Dios Padre. Que por su unción de rey, nos dé el reino eterno de su Padre!

Saturday, December 16, 2006

CARTA ENCÍCLICA
DEL PAPA BENEDICTO XVI


A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS


INTRODUCCIÓN


1. «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la primera carta de san Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, san Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él».


Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su evangelio, san Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna» (cf. Jn 3, 16). La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6, 4-5). Jesús hizo un único precepto al unir este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el libro del Levítico: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.



En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, en mi primera encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás. Quedan así delineadas las dos grandes partes de esta carta, íntimamente relacionadas entre sí. La primera tendrá un carácter más especulativo, puesto que en ella quisiera precisar -al comienzo de mi pontificado- algunos puntos esenciales sobre el amor que Dios, de manera misteriosa y gratuita, ofrece al hombre y, a la vez, la relación intrínseca de dicho amor con la realidad del amor humano. La segunda parte tendrá una índole más concreta, pues tratará del ejercicio eclesial del mandamiento del amor al prójimo. El argumento es sumamente amplio; sin embargo, el propósito de la encíclica no es ofrecer un tratado exhaustivo. Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales, para suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino.



PRIMERA PARTE -
La unidad del amor en la creación y en la historia de la salvación


Un problema de lenguaje


2. El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. A este respecto, nos encontramos de entrada ante un problema de lenguaje. El término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes. Aunque el tema de esta encíclica se concentra en la cuestión de la comprensión y la praxis del amor en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, no podemos hacer caso omiso del significado que tiene este vocablo en las diversas culturas y en el lenguaje actual.


En primer lugar, recordemos el vasto campo semántico de la palabra «amor»: se habla de amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados destaca, como arquetipo de amor por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor. Se plantea, entonces, la pregunta: todas estas formas de amor ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?

Thursday, December 14, 2006

San Juan de la Cruz

14 de Diciembre

A los 21 años fue recibido como religioso en la comunidad de Padres Carmelitas, y obtuvo el permiso de observar los reglamentos con toda la exactitud posible sin buscar excepciones en nada. Al ser ordenado sacerdote en 1567, pidió a Dios como especial regalo que lo conservara siempre en gracia y sin pecado y que pudiera sufrir con todo valor y con mucha paciencia toda clase de dolores, penas y enfermedades.

Santa Teresa había fundado la comunidad de las Hermanas Carmelitas Descalzas y deseaba fundar también una comunidad de Padres Carmelitas que se dedicaba a observar los reglamentos con la mayor exactitud posible.

Mientras tanto nuestro santo le pedía a Dios que le iluminara un modo de vivir tan fervoroso que lo llevara pronto a la santidad. Y he aquí que al encontrarse los dos santos, descubrió Santa Teresa que este era el indicado para empezar su nueva comunidad y con otros dos frailes fundó su nueva comunidad de Carmelitas descalzos.

Los envió a vivir a un convento muy pobre, llamado Duruelo.Al fundar su nuevo convento en Salamanca, fue nombrado como rector Fray Juan de la Cruz, dedicándose con todas sus fuerzas al apostolado.Dios le había concedido una cualidad especial: la de saber enseñar el método para llegar a la santidad. Y eso que enseñaba de palabra a personas que dirigía, lo fue escribiendo y resultaron unos libros tan importantes que le han conseguido que el Sumo Pontífice lo haya declarado Doctor de la Iglesia.

Algunos de sus libros más famosos son: "La subida del Monte Carmelo", y "La noche oscura del alma".Como poeta ha sido admirado por siglos a causa de la musicalidad de sus poesías y de la belleza de sus versos. Es muy popular su "Cántico Espiritual".Después de tres meses de sufrimientos muy agudos, el santo murió el 14 de diciembre del año 1591. Apenas tenía 49 años.

Resolver injusticias es principal camino a la paz, dice el Papa

VATICANO, 14 Dic. 06 (ACI).-En un discurso dirigido esta mañana a los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Dinamarca, Kirguizistán, Mozambique, Uganda, Siria y Lesotho, el Papa Benedicto XVI destacó que la lucha contra la injusticia es el principal camino para prevenir los conflictos.
"El año que acaba ha sido testigo de numerosos conflictos en los diferentes continentes", dijo el Papa en el discurso común en francés que dirigió a los nuevos embajadores.
El Santo Padre destacó que la Santa Sede ve con inquietud esta situación, "que puede poner en peligro la supervivencia de varias poblaciones y hacer que recaiga sobre los más pobres el peso del sufrimiento y de la falta de los bienes más esenciales".
El Papa subrayó que para hacer frente a esos fenómenos los responsables de la sociedad civil deben "escuchar cada vez más a sus pueblos, buscando las soluciones más eficaces para responder a las situaciones de desamparo y de pobreza, y para un reparto de beneficios lo más equitativo posible, tanto en el seno de cada nación como en el ámbito de la comunidad internacional".
Benedicto XVI destacó que "esas injusticias pueden ser solamente fuente de desórdenes y engendrar una suerte de escalada de la violencia. La búsqueda de la paz, de la justicia y de la buena armonía entre todos debe ser uno de los objetivos prioritarios, que exige a los responsables de un país prestar atención a sus realidades concretas, comprometiéndose a suprimir todo lo que se opone a la equidad y a la solidaridad, particularmente la corrupción y la falta de división de los recursos".
El Papa destacó también que "en la vida pública, el coraje es una virtud indispensable para no dejarse guiar por ideologías partidistas, por grupos de presión o por el deseo del poder" y "como recuerda la Doctrina Social de la Iglesia, el bien de las personas y de los pueblos debe ser siempre el criterio prioritario de las decisiones en la vida social".
Una vez pronunciado el discurso común, el Papa entregó a cada uno de los embajadores un discurso centrado en la situación del país que representan. En el dirigido al embajador de Mozambique, Benedicto XVI subraya la necesidad de una reconciliación nacional; a los embajadores de Uganda y Lesotho recuerda la colaboración de la Iglesia Católica en la lucha contra el SIDA; en el texto entregado al diplomático sirio manifiesta su esperanza en el desarrollo de las relaciones entre Siria y la Santa Sede, que facilitaría la cuestión de las propiedades de la Iglesia confiscadas por el Estado. Elogia el respeto por la! familia y la tolerancia entre las diversas comunidades étnicas en Kirguizistán, así como los esfuerzos de Dinamarca por cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Wednesday, December 13, 2006

Tuesday, December 12, 2006

Jesús purifica el templo
(Mt 21.12-13; Mc 11.15-18; Lc 19.45-46)
13 Como se acercaba la fiesta de la Pascual de los judíos, Jesús fue a Jerusalén; 14 y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los que tenían puestos donde cambiar el dinero.m 15 Al ver aquello, Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y los echó a todos del templo, junto con las ovejas y los bueyes. Arrojó al suelo las monedas de los cambistas y les volcó las mesas. 16 A los vendedores de palomas les dijo:
–¡Sacad eso de aquí! ¡No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre!
17 Sus discípulos recordaron entonces la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por tu casa.”n
18 Los judíos le preguntaron:
–¿Qué prueba nos das de que tienes autoridad para actuar así?
19 Jesús les contestó:
–Destruid este templo y en tres días lo levantaré.ñ
20 Le dijeron los judíos:
–Cuarenta y seis años tardaron en construir este temploo , ¿y tú vas a levantarlo en tres días?
21 Pero el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo.p 22 Por eso, cuando resucitó, sus discípulos se acordaron de lo que había dicho y creyeron en la Escritura y en las palabras de Jesús.

Wednesday, December 06, 2006

El Papa recuerda en Turquía que la Iglesia solo pide libertad para anunciar a Cristo

ESTAMBUL, 01 Dic. 06 (ACI).-El Papa Benedicto XVI terminó su histórico viaje pastoral a Turquía con una Misa en la Catedral del Espíritu Santo de Estambul, en la que recordó que la Iglesia no busca poderes o bienes, y solo pide libertad para cumplir su misión de anunciar a Cristo.

El Papa destacó que la Iglesia "ha recibido la tarea de anunciar su Evangelio hasta los confines de la tierra, es decir, de transmitir a los hombres y mujeres de este tiempo una Buena Nueva que no solo ilumina sino que cambia su vida, hasta vencer la muerte. ¡Esta Buena Nueva no es solo una Palabra, sino una Persona, Cristo mismo, resucitado, vivo!".

En este sentido, precisó que "la misión de la Iglesia no consiste en defender unos poderes, ni en obtener riquezas; su misión es ofrecer a Cristo, hacer partícipes a las personas de la vida de Cristo, el bien más precioso del ser humano que Dios mismo nos da en su Hijo".

Por eso, indicó que "la Iglesia no quiere imponer nada a nadie y pide simplemente poder vivir libremente para revelar a Aquel que no puede esconder, a Jesucristo. Acoged siempre al Espíritu de Cristo, y por tanto, estad atentos a los que tienen sed de justicia, de paz, de dignidad y de consideración para ellos mismos y para sus hermanos".

En la homilía, Benedicto XVI recordó con San Pablo que "el Espíritu es la fuente permanente de nuestra fe y de nuestra unidad. Suscita en nosotros el verdadero conocimiento de Jesús y pone en nuestros labios las palabras de la fe para que podamos reconocer al Señor".

"Manifestar el Espíritu, vivir según el Espíritu -continuó-, no significa vivir solo para sí, sino aprender a conformarse constantemente con el mismo Jesucristo, llegando a ser, como El, servidores de los hermanos y hermanas. Se trata de una enseñanza muy concreta para cada uno de nosotros".

"Junto con María, pidamos a Cristo Señor: Envía tu Espíritu Santo sobre toda la Iglesia; que habite en cada uno de sus miembros y que haga de ellos mensajeros de tu Evangelio!", exclamó.